Txt: Andrea Manriquez ( @pie_depagina)
Fotos: @nazaph
¿Cuántos años tenías cuando escuchabas a Austin TV? Si tenías alrededor de unos 20 o varios menos, lo sentiste. Todavía no te quedabas atrás en los conciertos con una chelita. Llegabas temprano, estabas enfrente, sudabas, hacías nuevos amigos, y cuando tocaban los Austin se sentía como magia.
Pues ahí estábamos algunos cuando cayó la cortina con la insignia de Austin TV otra vez. Todavía parecía un sueño; hace apenas dos días, esto todavía era un recuerdo. Pero estábamos ahí cuando Chio, Rata, Xnayer y Totore aparecieron por fin. La luz era verde, las máscaras nuevas y el puño estaba en alto. Volvieron.
Empezaron con “De la orquídea y la avispa”, una canción que nunca habíamos escuchado hasta hacía unas horas, pero que se siente como un rincón familiar. Si te gustaba mucho Austin, quizá hasta descubriste que la podías predecir mientras la escuchabas por primera vez. Sabías cuándo iba a subir, sabías cuándo iba a explotar. Recordabas los destellos. Una declaración del nuevo viejo Austin.
Pasó “Dos tardes de mi vida” pero en “Les choses sont bizarres” volvieron de verdad. Esta canción tiene veinte años. VEINTE. Y se le amontonan los recuerdos, y explotan todos, y el indie nunca se fue.
El setlist fue un poco de todo. “Rucci”, el primer despertar del icónico Fontana Bella; “Caballeros del albedrío” y “El hombre pánico” un despertar de todo lo demás. Se armó el slam, se voltearon chelas completas acabadas de comprar, los amigos se perdieron en la multitud y los Austin volvieron a enloquecerlo todo.
La música de Austin TV se siente con tanta fuerza que desde hace mucho, los fans inventaron formas de acompañarlos sin palabras, igual que ellos a nosotros. Aplausos, coros y varios “hey hey” que no se escuchaban desde hacía casi 10 años. ¿Conoces ese dicho “know it by heart”? Nosotros decimos “saberlo de memoria”, pero en inglés dicen “saberlo de corazón”. Así se sintió. Como un fuego en el corazón iluminando rincones que no recordabas. De repente, todos sabíamos esos coros otra vez.
Por supuesto, “Marduk” lo tiró todo. Nos quedamos atrapados en ese “Oooh oh oh oh ooooh” sin querer que la canción avanzara, con ganas de no soltar ese coro, ese lazo en el que todos estábamos unidos y que quizá nunca se rompió.
¿Qué si faltó Chavo? Muchísimo. Mario era el corazón de Austin TV. Sus discursos eran magia y la pasión de su actuación, una fuerza que arrastraba a los demás a expresar la música con el cuerpo. Chavo nos invitaba a sentir juntos, a ser nosotros, a sentirnos libres. Este es un Austin sin Chavo y su espíritu no se puede reemplazar, pero la música sigue y todo lo que él creía sigue vivo.
Hacia el final tocaron “Satélite y “Ella no me conoce” para bajar las revoluciones hacia un encore que se sintió anticlimático con “Cisne de pan”. Faltaron muchas, pero se tocaron las justas. Fue un calentamiento; el primer vapor de una máquina que no se había encendido en mucho tiempo, pero que no parece que vaya a parar.
El regreso de Austin TV fue todo lo que anhelábamos. Un viaje en el tiempo hacia sensaciones casi olvidadas en un escenario nuevo, con una alineación nueva y, sin duda, con un montón de nuevas canciones por escuchar. Nadie creyó que leería esto hace tres días, pero tenemos Austin TV para rato. Estamos listos.